palabras sin cordura

miércoles, agosto 29, 2007


La cordura esconde las más de las veces el miedo. Es la careta "educada" del temor más mezquino. Es la guarida de nuestra más vergozosa mediocridad. Se disfraza de cordura nuestra incapacidad para el cambio, nuestra inutilidad para el diálogo, nuestra limitación para abrir el pecho sin seguros, sin red. La cordura, tan reclamada, tan invocada, tan utilizada... nos estrecha los lazos invisibles que nos unen a la vida lenta, sin compromisos.

Tu adentro es como un mar en calma y como un océano. Tu sonrisa nunca es a medias, ni tus lágrimas lentas. En la madrugada, si el silencio es suficiente, escucho tu corazón romper contra las rocas de la realidad que nos acecha. Cualquier pena es tu pena, cualquier alegría, tu gozo. A veces, sin venir a cuento, una gota de agua estalla en tu pecho, lo revuelve, lo agita, lo convierte en remolino. El universo entero estalla, se expande, se re-crea en tu pecho. Tiemblan las emociones y los besos. Tiemblan las palabras. La cordura se deshace en una explosión de círculos concéntricos. Como una piedra arrojada al lago, las ondas te envuelven, me envuelven, nos hacen girar hasta el vértigo y más tarde... nos devuelven a la calma líquida, ancha y profunda de los sentimientos hondos. Entonces los dos sabemos que hemos renunciado a la cordura (a la cobarde, a la monótona, a la segura y cotidiana). Y yo me aferro a tu respiración, de madrugada, y tú te miras en mis ojos y te reconoces. Y los dos quedamos así flotando en la inestable superficie de un te quiero.

palabras de FELICIDAD

jueves, agosto 23, 2007




Las más difíciles, las más gastadas, las más cursis, las más ensuciadas, manoseadas, denostadas... Despreciadas por la ironía fácil y el cinismo yermo. Arrolladas por la lucidez y la prosa dura y "razonable" de estos días. La sonrisa encierra siempre una mentira. La alegría siempre esconde cicatrices. La dulzura es una pose. La atención una expectativa... En el universo de las sombras la imagen dura, perfilada, auténtica de la felicidad es una ofensa que nadie se pre-ocupa de desagraviar, se minimiza, se ignora, se deja pasar con aires de suficiencia. Las palabras que guardan en su adentro un ápice de la ternura necesaria, un instante de alegría cierta, un milímetro de sueños cumplidos se han vuelto inútiles, peligrosas...

La belleza está llena de verbos fáciles y sencillos -AMAR, SENTIR, CALLAR, preñada de adjetivos -GUAPA, NECESARIA, MÍA- que no se miran a sí mismos, bañada de frases repetidas -TE QUIERO, GRACIAS-, universales -LO SIENTO, PARA SIEMPRE-, populares porque cualquier pueblo con corazón las ha masticado, escupido, susurrado o regalado sin pudor. La felicidad está inundada de palabras tópicas, de muletillas y lugares cómunes (comunes porque son tuyos y míos y de tantos, y de muchos). Las palabras de FELICIDAD se ahogan en la garganta tantas veces porque no es justo ser feliz en este entorno duro, hostil, atravesado. Se encierran con los besos que no dimos porque suenan huecas porque si se pronucian se evaporan como el jabón de los niños. Se pierden porque no suelen encontrar el valor necesario para vencer el pudor, el miedo, la verguenza, la conciencia de que una vez pronunciadas se convierten en compromiso. Se acallan porque proclamadas exigen su cumplimiento en la propia vida y en la de los otros.

Con la humildad pegada a las letras, con el pudor enquistado en el alma... en estos días se me regalan (y las devuelvo y las dejo al aire) palabras de FELICIDAD.