Gafas de lectura

martes, febrero 02, 2016

Hoy he cumplido años. Ya son unos cuantos. He pasado el día trabajando metido entre proyectos, alumnos, equipos de trabajo… y rodeado de libros. Muchos, muchísimos libros. He podido escaparme a comer con mi compañera (aún son años y no me suena bien ni mujer ni esposa…) y mi hijo se ha quedado dormido encima de mí nada más llegar a casa. Ha sido un día perfecto.

Ya al final de la jornada he ido a retomar el último libro que me anda rondando y me ha venido a la cabeza una reflexión que yace semanas se me presenta escurridiza, me susurra y me invita a una nueva mirada.

Hoy he cumplido años. No tengo la sensación de “ser mayor” pero… mis ojos que hasta ahora habían sido modélicos, mi vista que había sido irrespetuosamente perfecta tanto de lejos como de cerca me falló hace ya unos meses. No fue progresivo, ni hubo aviso previo. De golpe y porrazo mis brazos ya no daban distancia suficiente para aclarar las letras borrosas de cualquier libro.

Desde hace un mes llevo gafas de lectura.

Un acto, la lectura, que hasta ahora formaba parte de mí de forma natural, sin consciencia, sin esfuerzo y sin constancia… se ha convertido en un acto que debe ir precedido de una rutina, acompañado de una muleta, matizado por un filtro. Un acto que ha sido para mí tan esencial como mi olor, mi altura o mi forma de mover las manos al hablar… se ha transformado en un acto que me exige ser consciente, estar despierto, estar.

Al principio me hacía un lío con las gafas, el cordón, la gamuza para mantenerlas limpias, las fundas… me las ponía y me las quitaba treinta veces  mientras intentaba leer un texto de apenas tres páginas en público. El extrañamiento que me producía -que aún me produce- tener que anteponer a mis ojos los cristales mágicos que hacen nítido lo borroso, que dan sentido a lo que solo intuyo sin ellos, me hacía sentirme torpe, incómodo.

Pero poco a poco esta muleta, esta pequeña extensión de mí mismo, este ritual de “antes de la lectura” me ha “obligado” a ser consciente del acto de leer. Y he comenzado (he recuperado más bien) a saborear el placer de sentarme tranquilamente, de preparar el momento, el lugar, el contexto que me acerca a la lectura. Las gafas de lectura me han devuelto la sensación de que esos momentos destinados SOLO A ESO, nada más que a eso, a leer… me constituyen, me confrontan, me conforman, me hacen ser lo que soy y me hacen ser más y mejor.

Así que de regalo de cumpleaños me he pedido unas gafas de lectura para TODO EN LA VIDA. Unas gafas de lectura para cada momento entre amigos, unas gafas de lectura para cada clase con mis alumnos, unas gafas de lectura para cada instante contigo (siguen siendo mágicos). Hoy he cumplido años. Ya son unos cuantos. Pero los años, como las arrugas y la vista cansada me han recordado que cada segundo cuenta. Y por eso me he sentado a escribir esto con mis “gafas de lectura"