huérfanos de cine

miércoles, febrero 02, 2011

No soy un cinéfilo ni un entendido. Me gusta el misterio del cine de la misma manera que me seduce la magia de las palabras. Me gusta sentirme atrapado en una pantalla o entre las líneas de una buena narración.

Pero a las historias se llega a través de manos amigas que dejan sobre tu mesa novelas inevitables, ojos lúcidos que ven más allá de la apariencia y descubren (los des-cubren, los des-tapan, los des-velan) filmes que hubieran quedado ocultos, que hubieran pasado desapercibidos.

JLC ha sido mis ojos en el cine desde hace años. Desde hace un par de semanas no pública sus habituales críticas en la revista a la que estoy suscrito. No tengo nada contra su "sustituto" y me consta que a él le cansaba la tarea de desgranar películas cada semana. Pero hoy no puedo evitar sentirme un poquito "huérfano de cine", o de palabras.

Para conocer la opinión de JLC sólo hacía falta leer el último párrafo (eso me lo descubrió A.). En un puñado de líneas recogía la esencia de una historia, sus grietas, sus destellos de genialidad o sus trampas. A partir de ahí tocaba volver al comienzo de la crítica para recabar la información que, como periodista de raza que es, daba sintética, ordenada, precisa y pertinente (y cada vez es más difícil encontrar ninguna información que cumpla esos requisitos). Podías estar de acuerdo o no con su análisis y con su opinión (que por cierto, también diferenciaba honestamente) pero siempre encontrabas pistas para "leer" la película, insinuaciones, observaciones, apuntes y apostillas, notas a pie de página o notas al margen... que te acercaban a la historia con más poso, como a un vino reservado para un momento especial.

Pero es que además, JLC profundizaba las intenciones, la realización, las causas y los efectos... Ponía los puntos sobre las íes y nos ayudaba a separar el grano de la paja. Sin ira, ni pedantería, sin dogmatismo ni adoctrinamiento... JLC destacaba los valores humanos y divinos, las lecturas más hondas y los detalles más reveladores. El cine se tornaba en mensaje y el mensaje encerraba casi siempre un mucho de coherencia y un puntito de ternura que hacían de sus críticas más caricia que alabanza, más complicidad que compadreo...

Gracias JLC por todos estos años de tardes solitarias (o no) de cine compartidas con nosotros. Gracias por seguir escribiendo "como si no fuera importante". Porque todas las cosas que lo son, son así.