el don de (enseñar) la palabra

domingo, junio 24, 2007

La palabra es un regalo. Un precioso don derramado en las entrañas de aquellos que aún tratan de apresar la verdad. Es un presente inesperado, inmerecido, a veces desconocido, oculto. El don de la palabra esconde a ratos sólo aire, fuegos de artificio, vanidad. Las palabras entonces andan como huérfanas, desgarradas, arrancadas del alma que las engendró. Pero en otras ocasiones las palabras son lazos, vínculos, dulces ataduras entre quien las regala y quien las recibe, vanguardia cordial que desbroza las capas y capas que niegan el contacto de los corazones.

En una película de esas clásicas, clásicas Rebelión en las aulas un jovencísimo Sidney Poitier recibe una bofetada de sinceridad de una maestra de mediana edad consciente de sus propios límites... "Ud tiene un don... cualquiera puede ser ingeniero pero no hay mucha gente capaz de educar a estos muchachos" Los dones (como el de la palabra) son exclusivos o minoritarios o escasos o escondidos (por eso son tan apreciados). El don de (enseñar) las palabras, de mostrar su poder, de hacer sentir la ternura que encierran, de empujar hacia la libertad que prometen, del milagro de "hacer hacer" implica la responsabilidad de desarrollarlo y el sagrado mandato de transmitirlo, de incentivarlo, de buscarlo allá donde se encuentre, de desvelarlo y darlo a conocer.

Una de las mayores satisfacciones del maestro es descubrir el poder, los dones, las capacidades que se encuentran dormidas en sus alumnos. Descubrirlas y re-conocer su valor, su potencial, el inmenso poder de lo inmerecido, de lo otorgado, del don.

García Márquez pidió en el último congreso del ya anciano idioma español que escribamos, y que escribamos bien... para esos millones y millones de lectores ávidos por encontrar en las palabras algo más que promesas o esperanzas de consumo. Que escribamos bien, que mimemos las palabras, que pongamos en el cajón de los regalos el más preciado, el más frágil, el más etéreo, el don de (enseñar) la palabra.

palabras que cruzan el océano

miércoles, junio 06, 2007

Un amigo de Puerto Rico me dejó un mensaje hace unas semanas y no he podido contactar con él. Como a veces es difícil o un poco indiscreto dejar comentarios aquí... os dejo una dirección de correo a la que escribir para poder contactar...

palabrasquemiran@gmail.com

palabras... amigas

lunes, junio 04, 2007

Las palabras son amigos a los que hay que ir conociendo. Como en la verdadera amistad... no se puede recurrir a ellas con urgencia, con prisas, sin cuidado. Como en una relación con vocación de crecer y hacer crecer no se les puede pedir "consejos" a la carta, recursos fáciles, recetas. Las palabras (la Palabra, por supuesto) como los amigos nos devuelven tan sólo aquello aquello que les damos (aumentado al ciento por uno). Cuando uno encuentra la palabra justa, la adecuada, la perfecta... vuelve a ella como al amigo sabio que siempre tiene el espejo adecuado a nuestra vida. Cuando uno se acerca a las palabras con unción, con cariño, con sosiego encuentra miradas que le iluminan negruras que jamás se pensaron fértiles.

Las siguientes palabras son robadas (o prestadas como casi todas) pero al leerlas he vuelto al café con el amigo antiguo, a la conversación sin prisas, a la escucha...

la cosecha de la lectura

Para crear una relación personal y profunda entre el lector y el libro, se requiere una actitud de concentración y sosiego que el mundo actual no solamente no favorece sino que intenta desprestigiar como poco rentable. La adicción apasionada a la lectura va cayendo cada día más en desuso y relegando al núcleo de sus fieles a la condición de naúfragos amenazados por una amalgama de corrientes mucho más rápidas, llamativas y estruendosas, que a duras penas dejan ya respiro para sacar la cabeza y resistir el embate de sus oleadas.

Se lee más que nunca de milagro, porque milagro es que puedan producirse aún situación en que una persona abrace gustosamente a su soledad, de espaldas a cualquier interferencia. (...)

La lectura fructífera no es nunca pasiva ni puede limitarse el lector a esperar el santo advenimiento de unos efectos espectaculares, sin poner algo de su cosecha. (...) Es como el encuentro con un amigo. Y la conquista de la intimidad con ese amigo no es fulminante e inmediata, sino lenta. Pone a prueba nuestra capacidad de entender y descifrar lo que brinda, nos va revelando nuestra intimidad en contraste con la suya.(...)

Los libros -cómo los amigos- no se pliegan a caprichos tiránicos ni pueden hacerse nuestros de la noche a la mañana. Su esencia reside precisamente en que van a decirnos cosas demoradas, reñidas con la prisa, en que nos van a ayudar a poner la realidad un poco más distante para que no nos ahogue y la entendamos mejor. Y un libro comprado bajo el espejismo de que va a funcionar por sí solo, sin el requerimiento de nuestra participación, como cualquier electrodoméstico, será puro ornamento en nuestros estantes. Nos dará prestigio, citaremos a su autor, pero ese autor -vivo o muerto- se reirá por lo bajo desde dondequiera que esté, y susurrará entre dientes, como aquel marinero del romande del conde Arnaldos: "Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va".

Carmen Martín Gaite."La cosecha de la lectura" (adaptación)Cauce 2000, enero-febrero de 1987. Publicado en Tirando del Hilo.

palabras... políticas

La política debería ser el arte de las palabras. Pero no lo es. Las pre-campañas, campañas, post-campañas... están llenas de exabruptos, zafiedad, parquedad, palabras ariscas, desconchadas, gastadas, palabras en harapos. Términos abstractos que se adelgazan de contenido. Disquisiciones semánticas que prostituyen las palabras haciéndolas bandera de causas espúreas: matrimonio, nación, negociación...

La "palabra-política" no encuentra asiente ni palabra que la responda. Es una lástima que aquellos en quienes tantas miradas se posan y a quienes tantos oídos se dirigen se hayan enredado de tal manera en sus propias palabra-laberinto que ya no puedan salir de las palabras egocéntricas que les envuelven: auto-nomía, auto-evaluación, auto-COMPLACENCIA.

Frente a la "palabra-política" hace apenas unos días escuché palabras vivas de una comunidad educativa en el acto de despedida de los alumnos de último curso. Padres, maestros y alumnos se amarraron a la fuerza de las palabras para sembrar sus esperanzas, recolectar gratitud y lanzar al viento ilusiones de futuro. Sutileza, ternura, compasión, bienaventuranza, misericordia, futuro, escucha... hambre... Hambre y sed de justicia, de educación, de futuro... Hambre de curiosidad, de anhelos, de sueños... Hambre de vida que se queda posada en la boca del estómago, en la mente, en el alma de un puñado de jóvenes que aún creen (con cándida inocencia) que se pueden cambiar las cosas. Frente al manido "diálogo" la escucha... frente al gastado conflicto, compañerismo... frente a la victoria, construcción... La nostalgia, la infancia, los esfuerzos, la superación, el carácter, el amor...

Gracias a las palabras. Gracias a los jóvenes y adultos que aún las paladean y las clavan en lo hondo... Gracias.