no más quejas, no más gritos

jueves, noviembre 19, 2015


No quiero vivir instalado en la queja. No quiero vivir instalado en los gritos (exteriores o interiores). No quiero encontrar en todo lo que ocurre a mi alrededor excusas para justificar mi propio malestar, mi desasosiego, mi ansiedad.

Trabajar en educación supone enfrentarse a la mediocridad cada mañana. Combatir contra la pereza intelectual, confrontar la falta de miras, convivir con la acomodación, la autocomplacencia y el victimismo. La sociedad no nos considera, la administración no confía en nosotros, los alumnos nos desafían y los padres nos cuestionan… Los medios son siempre insuficientes; los incentivos, pobres; la motivación, escasa.

Y todo esto hace que en torno a nuestra profesión crezca el desinterés y la desidia, el derrotismo y la inercia. Y lo que es peor: la incompetencia. Como todo el mundo habla mal de nosotros… qué más da si lo hacemos bien o mal. La formación inicial es lamentable, los procesos de selección del profesorado (público y privado) reproducen los mismos males que intentan erradicar, la “profesión” alberga -cada vez más- a profesionales de otras “ramas” que buscan una menor presión, un horario y unas vacaciones más “compatibles” con la vida familiar aunque sea a costa de un salario más bien medio.

Todo esto es así. Lo sufrimos cada día. En centros públicos y privados. 

Y para colmo, las redes sociales y el fácil acceso a la información nos muestran “buenas prácticas”, experiencias de éxito y horizontes envidiables que aumentan nuestra frustración.

No más quejas, no más gritos. 

Visto este panorama quiero hacer(me) un propósito. Salir de la queja, salir de la irritación, del malestar que me  produce tantas veces el contexto… y concentrarme en lo esencial.

Me gusta mi profesión, me apasiona. Siento dentro de mí la responsabilidad y la importancia de mi labor. Soy consciente de que puedo (podemos) dejar una huella indeleble en el futuro. Porque los chavales son el futuro.

Me siento algo cansado. Hay ocasiones en que tengo ganas de arrojar la toalla y descansar. Respiro. 

Voy a concederme el beneficio de la duda. Voy a regalarme un rato cada día para respirar. Voy a pasar más tiempo mirando a mi hijo. Voy a besar más a mi mujer. Voy a seguir sonriéndole al malestar y al infortunio. Voy a cantar y a tocar la guitarra de vez en cuando. 

Voy a escribir cada día. A mano.

Hoy mismo voy a comprarme un cuaderno.

Voy a detenerme en la belleza. Voy a dejar que me haga feliz.

Voy a abrir la puerta. Voy a recuperar la ternura, la paciencia.

Voy a salir a correr de vez en cuando. Voy a dejar que la ducha se lleve el sudor y las toxinas.

Voy a mirar menos el móvil.

Voy a contestar el correo SÓLO una vez al día.

Voy a leer más. Por placer. Por curiosidad. Porque sí.

Voy a jugar con mi hijo cada vez que me lo pida. Y también cuando no me lo pida.

Voy a felicitar a los que hacen bien su trabajo. 

Voy a dar las gracias.

Voy a comer mejor. Más despacio. Y mejor.

y sobre todo...

…no más quejas, no más gritos.

Si algo (o alguien) no me gusta… haré por cambiarlo. Si no puedo, seguiré mi camino. 

Si algo me saca de quicio, me entristece, me abate… voy a respirar y a sonreír. Para empezar. O a guardar silencio.


Voy a hacer silencio. Por dentro y por fuera. Lo necesito. Necesito dejar posar la inquietud. . 

Re-abro "palabras que miran". En construcción



Por tu culpa… gracias a ti.

Hace ya muchos años empecé a escribir… gracias a ti. 
Hace ya mucho tiempo empecé a dar forma a mis sueños… gracias a ti.
Hace ya mucho mucho tiempo empecé a ser (casi) la mejor versión de mí mismo… sólo gracias a ti.

Por eso re-abro “palabras que miran”.


Porque necesito este espacio de silencio, de quietud, de ternura. Porque la lectura me hace feliz pero la escritura me construye. Y necesito saber que… sigo en construcción.