Espacio vital

jueves, diciembre 21, 2006

Según avanzas, al fondo, a lo hondo y en lo adentro el viaje se llena de aristas y esquinas que no pueden evitarse y que rozan con suavidad o con ira la piel que cubre el alma desnuda que camina torpe y ciega.

Los derrotas son sombras que cubren la memoria y la ilusión es una luz que se cuela por el quicio de una puerta.

El viaje más largo, el más intenso, el más repleto de encuentros y aventuras es el que comienza cuando cierras los ojos. En el silencio se aparece un espacio etéreo, abierto y diáfano. Con los rincones poblados de sombras repletas del polvo espeso de la memoria olvidada.

Uno se siente decepcionado, sorprendido o asustado al poner los pies del alma sobre el recuerdo amarillo de lo interior. Recorre la sala, prudente, sin tocar nada, tratando de no dejar huella de su paso, de su ejercicio de instrospección, intentando no despertar las bestias adormecidas por el tiempo, el miedo o la inconsciencia.

Y entonces alguien (ALGUIEN) abre una puerta. La luz blanca e implacable atraviesa la estancia e ilumina las zonas más oscuras. Descubre las trampas de la memoria y quiebra en pedazos la niebla que oculta lo feo. Y todo se aclara, se entiende, se explica, se revela. Y uno siente que puede caminar sin miedo, recupera la vista y la confianza y las aristas y las esquinas dejan de ser amenazas y se vuelven sorpresas que encierran oportunidades.

El espacio vital es una sala oscura iluminada sólo por el amora gratuito, claro, creativo.
El espacio vital es un lugar solitario, llen de espectros de gente que nos quiere y que barren las esquinas y dan luz a nuestras miserias.

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