Macondo (primera parte). Nicaragua II

viernes, agosto 18, 2006

Al norte del país, donde la guerra hizo más daño, partió familias, enrareció ambientes y rompió comunidades... casi en la frontera de Las Manos... donde una vez, hace tanto tiempo, los piratas desterraron a los españoles y les dijeron: "vayan y levanten sus casas allá, en el ocotal"... Allí se dibuja el pueblo... y la casa. García Márquez imaginó el universo entero encerrado en una casa, en torno a un gran árbol... la vida en cien años... En este país vecino, hermano, se descubre que el Realismo mágico es más bien la magia de la realidad de una tierra habitada de hombres y mujeres de historia. Vivir apenas unos días al abrigo de la familia es entrar en el universo de los relatos y la magia, de las tragedias y el sentido del humor, de la sangre derramada y los sentimientos acrisolados, templados, amarrados juntos el amor y la memoria. Doña Chayo, Mercedes, Abel, Luis Fernado, el mandador y el chico... todos viven bajo las alas del diputado. Herido por la balacera, confundido con el presidente en atentado. Don Heriberto tiene un brazo muerto, su mano siempre enguantada y el dolor helado del odio que quiso matalo enquistado en la carne.
La casa ha sido en los años de historia gaseada por la policía, amenazada por sus convecinos, granadeada, acosada y burlada. Y también visitada, frecuentada por amigos, pobres y menesterosos, por quien ha necesitado unos reales para un pasaje o una caja de madera de pino para su hija muerta. Cercada por ancianos y por niños, refugio de limpiabotas que con apenas 10 años buscan en ella protección y descanso...
Don Heriberto siempre al frente. Desde hace años el Chele a su lado. Desde sus ideas -más o menos compatibles con la modenrnidad que parece ahogarles en ocasiones- desde sus principios y por encima de ellos... Creando familia, estrechando lazos donde los haya.. o donde no.
La casa encierra tantos relatos reales o imaginados que no cabrían las vidas, las risas y las derrotas en cien años de lectura o de charla compartida... Menos aún en cien años de soledad.

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