Macondo (segunda parte). Nicaragua III

viernes, agosto 18, 2006

La casa encierra tantos relatos reales o imaginados que no cabrían las vidas, las risas y las derrotas en cien años de lectura o de charla compartida... Menos aún en cien años de soledad.

...Mireya sonríe siempre con la mirada. Sus ojos son tan buenos conversadores que las palabras le sobran y le estorban. Sordomuda de nacimiento tiene tanta luz en la mirada que deslumbra las miradas grises del visitante... Sus ojos-palabra buscan siempre otros ojos donde mirarse y conversar. Sus gestos-mirada son tan tiernos, dulces e inocentes que acarician sin rozar la piel del que quiere escucharla. Viaja una vez al año hasta Miami y allí -no lo cuenta pero se adivina- se le aturde la mirada y se le aquieta el gesto. Pero vuelve siempre a la casa cuando presiente la llegada de su niña grande, la que rasgea la guitarra. Y busca sus ojos y los encuentra. Y se descansa en ellos como en un largo beso de miradas...


...Marina perdió el juicio antes tal vez de nacer. Vivió aislada en su mundo de silencio y gritos. Anduvo siempre por la casa rodeada por los niños que le levantan las sayas porque ella no siempre recuerda ponerse toda la ropa. La ausencia de la madre, el abandono, la muerte del padre, quiénsabequé, la volvió violenta y huraña y un día se encerró para siempre en su cuarto. Mireya, su hermana, la atendió mientras pudo ajena por naturaleza a sus gritos pero no a su dolor. La bañaba cada día a fuerza de abrazos y la alimentaba siempre. Un día, en su cárcel elegida apareció un gallo y desde entonces Mireya sólo pudo limpiar a su hermana con una esponja amarrada a un palo desde el portón del cuarto. El gallo fue la violencia de Marina, su locura y su rabia... Un día Marina enfermó y los parientes la agarraron al anochecer tras amarrar al galo y la ingresaron en la Residencia. El gallo no dejó de cantar día tras día y nadie pudo arrancarlo de aquel cuarto... El día que murió Marina encontraron un gallo muerto sobre su cama, junto a la almohada, en el cuarto de la ventana pegada a la casa...

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