pasar a limpio

miércoles, mayo 09, 2007


Se ha perdido la costumbre y con ella el placer. Los viejos apuntes amarillos son los últimos que se salvaron del teclado y el ratón. La práctica de la escritura computerizada nos ha privado de la mecánica y relajante actividad de "pasar a limpio".

Los "nuevos" métodos de enseñanza desterraron la caligrafía uniforme y homogeneizante como los "nuevos" maestros potenciaron el libre albedrío y la formación de carácteres únicos e irrepetibles. ¡Bravo por ellos!

Lástima que ambos olvidaran que no basta con "ser uno mismo" o escribir "a mi manera" sino que también es imprescindible aprender a "querer" las diferencias, a gustar de mi originalidad, a gustarme. Hay que reivindicar la autoestima de la propia caligrafía como hay que restituir el amor propio al lugar de privilegeio que le corresponde en el confuso reino de las emociones.

Se puede caer en el ombliguismo -cómo no- y en la estéril narración egocéntrica de la propia existencia. Pero también se puede recuperar el antiguo placer de "pasar a limpio": los apuntes, las notas, los borrones y... la vida.

Pasar a limpio supone reescribir la propia vida con mimo y cuidado, respetando los márgenes, rescatando las anotaciones a pie de página y haciendo de los tachones la memoria eficaz de los errores cometidos y corregidos (o simplemente sustituidos). Pasar a limpio implica disfrutar con la propia caligrafía de mi historia, con la letra cuidada y corregida de una melodía que nos acompaña siempre, que nos conforma, que nos tatúa en la memoria propia y la ajena.

Hoy transcribo retazos de palabras rotas en papeles perecederos y cuanto más me acerco a la caligrafía primorosa y trabajosa de la infancia más claramente se dibuja... mi vida pasada a limpio: tu nombre.

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